Un Sistema de Gestión Energética (SGE), también conocido como EMS (Energy Management System), es un...
Nuestra Historia
Pylon: De una residencia cutre en Dinamarca a reimaginar la energía digital (sin vender humo)
Nuestra historia no empieza en un garaje con vistas a la Bahía de San Francisco ni en un coworking con café de especialidad. Empieza en una residencia estudiantil de dudosa reputación en Dinamarca. Allí estábamos: uno de nosotros, Gerard, peleándose con un electrolizador para producir hidrógeno, y el otro, Alessio, un italiano con más entusiasmo que plan.
Y entonces, sin entender muy bien cómo, nos seleccionaron en una aceleradora de startups. Lo típico: sin idea clara, sin experiencia, pero con ganas y una mezcla de inconsciencia y pasión que, curiosamente, funcionó. Ganamos el programa y conseguimos nuestro primer business angel. Ni sabíamos lo que era. Pero ya estábamos montando una empresa.
Emprender duele. Y suele salir mal.
Nuestra primera aventura tenía más ilusión que sentido común. El proyecto no tenía ni pies ni cabeza, pero nos enseñó algo valioso: a caernos bien incluso cuando todo salía mal.
También aprendimos que perseguir tecnologías de moda no es estrategia, es ruido. Probamos con blockchain para certificar energía verde. Sonaba bien en los PowerPoints. Lástima que nadie quisiera pagar por ello.
Y ahí nos dimos la primera gran lección: no te enamores del producto, enamórate del problema. Porque si no se puede medir sin gastar una fortuna, no se vende. Así de simple. Y de cruel.
El giro: sentido común + experiencia propia
Por suerte, en todo este caos emprendedor, miramos hacia atrás y vimos algo útil: la experiencia de Gerard cambiando contadores en Endesa. Nos preguntamos: ¿y si dejamos de instalar cacharros y nos conectamos directamente al contador digital?
Fue entonces cuando todo empezó a tener sentido. Dejamos de perseguir sueños abstractos y empezamos a resolver problemas reales. Con clientes reales. Con ingresos. Con propósito.
Ocho años después…
Hemos sobrevivido —y aprendido— durante casi ocho años. Más de tres millones de euros invertidos. Un montón de decisiones difíciles. Algunas buenas, otras… formativas.
Hoy sabemos vender. Sabemos decir que no. Sabemos elegir a nuestros clientes. Y, sobre todo, entendemos que un producto sin ventas no es una startup: es un hobby caro.
Sabemos lo que quiere nuestro cliente. Y hacia allí vamos. No para montar un unicornio inflado de promesas, sino para construir una tienda digital de energía útil, rentable y sin humo.
¿Qué viene ahora?
No lo sabemos. Y está bien. Porque lo único que ha sido constante en esta historia es que seguimos. Aprendiendo. Adaptándonos. Mejorando.
Eso es lo que nos ha traído hasta aquí. Y eso es lo que nos va a llevar más lejos.